La ortodoncia, tratamiento odontológico que se ocupa de corregir los defectos y las irregularidades de posición de los dientes para restablecer el equilibrio morfológico y funcional de la boca y la cara del paciente, ya no es cosa de niños.
Aunque este tipo de tratamiento está especialmente recomendado entre los 10 y los 15 años, cada vez son más los adultos que se animan a alinear sus dientes.
Fija (mediante brackets y alambres) o removible, la ortodoncia apuesta cada vez más por la estética (brackets estéticos de cerámica, fibra de vidrio o acrílico; férulas acrílicas transparentes, u ortodoncia lingual).
La ortodoncia, sobre todo la tradicional con brackets, es un tratamiento generalmente largo, que puede resultar incómodo y, en ocasiones, tedioso. Por ello, mantener una actitud positiva e involucrase en el tratamiento, consiguiendo el compromiso del paciente y de sus familiares en el caso de menores, será clave para garantizar el éxito del tratamiento.
Aunque el ortodontista haga su trabajo con excelencia, si el paciente no se compromete a mantener unas buenas medidas de higiene bucodental, a llevar las férulas el tiempo necesario (en el caso de las removibles), a asistir puntualmente a las citas con los distintos profesionales (ortodontista, dentista e higienista) y a seguir todos aquellos consejos que se le indiquen, los tratamientos ortodóncicos pueden no alcanzar los objetivos marcados.
La motivación, la información y la formación son aspectos fundamentales, que ayudan a generar compromiso del paciente y conducen hacia el éxito terapéutico.
La edad, el género y la personalidad de los pacientes ortodóncicos deberán tenerse siempre en cuenta para optimizar el tratamiento. La capacidad del profesional para captar qué tipo de paciente tiene delante y cuál es su nivel de exigencia será clave para personalizar el tratamiento a los intereses de su cliente y conseguir unos resultados lo más próximos posibles a los objetivos terapéuticos de todas las partes.