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La respuesta es que ambas son verdad.

Cuando estamos contentos o nos sentimos felices, estamos más sintonizados con lo bueno y la belleza de lo que nos rodea,

y este estado se refleja en nuestra cara mediante la sonrisa.

Lo curioso es que también sucede al revés:

cuanto más sonreímos, incluso aunque de primera sea forzado, más felices nos sentimos.

“Nunca te olvides de sonreír, pues un día sin una sonrisa es un día perdido.”

-Charles Chaplin-

Sonreír, mejora nuestro humor

Un experimento llevado a cabo por Fritz Strack demostró que estar sonrientes hace que tengamos mayor tendencia al buen humor.

El experimento consistía en dos grupos de personas a las que se mostraba unas tiras humorísticas.

En uno de los grupos, las personas sujetaban un lápiz con los dientes de forma que sus labios se estiraban como en una sonrisa,

mientras que en el otro grupo la expresión era neutra.

El resultado demostró que aquellos que sonreían previamente encontraron más graciosas las tiras, es decir,

tenían más tendencia al buen humor.

Esto se explica porque el cerebro, al percibir los músculos de nuestro rostro en forma de sonrisa,

los interpreta como una señal de que estamos contentos,

independientemente de la causa, y se sintoniza con estados de ánimo positivos.

Por si esto fuera poco, la mente funciona “por tendencias”.

Cuando estamos tristes o cabreados, en general,

interpretamos lo que nos suceden de forma más negativa y tendemos a recordar y pensar en eventos negativos,

mientras que, cuando estamos alegres, nos tomamos las cosas con más filosofía y encontramos más recuerdos y pensamientos positivos.

Así que “obligarse” a sonreír puede ser una buena forma de inducir a nuestro cuerpo a encontrar estados de mayor felicidad,

que además se retroalimentan entre sí.

Esta es solo una de las razones por las que la que la sonrisa es el primer paso hacia la felicidad, pero hay más.

La sonrisa es contagiosa

Vivimos en un mundo estresante en el que habitualmente nos cruzamos con muchas personas,

pero casi no reparamos en ellas: la panadera, el conductor del autobús, la doctora, el cajero del supermercado…

En estas situaciones cotidianas, ser amable y mostrar una sonrisa puede suponer un cambio sutil pero muy importante a la larga.

Un encuentro indiferente se transforme en un encuentro agradable.

Las neuronas espejo hacen que imitemos la conducta de quien tenemos enfrente.

De la misma manera que cuando nos encontramos con alguien agresivo automáticamente nuestro estado interno es el de ponernos a la defensiva.

Si vamos con una sonrisa por delante, lo más probable es que, en muchos casos,

nos encontremos con que nos devuelven una sonrisa y gestos de amabilidad, lo que potencia los estados de bienestar y paz interior.

No en vano una de las primeras cosas que aprenden a hacer los bebés es a devolver la sonrisa que les proporcionan sus madres o seres más cercanos.

Estamos programados para interpretar la sonrisa como una señal de seguridad y para devolverla,

generando un vínculo que lo que comunica es que “este es un entorno seguro, donde no tienes que estar a la defensiva”.

Un pequeño gesto, como una sonrisa, puede suponer una influencia decisiva en el clima que se genera entre las personas.

“Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que no sabe sonreír a los demás.”